Hace unos años, una serie de chicles copaban el mercado a la hora del recreo. Se trataba de los chicles Boomer.
Su coste de 5 pesetas los hacía más asequibles que los Bubbaloo (de coste 10) ya que siempre era mejor tener, por 50 pesetas, 10 chicles en vez de 5. Los Bubbaloo, con su relleno interior (considerados chicles gourmet), eran sus más serios competidores ya que el resto no eran dignos rivales.
Aparte de los sabores convencionales de fresa o menta, fueron pioneros en sacar al mercado una gran gama de sabores. Melón, sandía, Coca-Cola, fresa ácida o el ya clásico chicle sabor a natillas (ahora Danet) fueron varios de ellos. No contentos con experimentar con los sabores, también innovaron con los formatos, y ahí fue cuando nació “El Kilométrico”, encargado de forjar nuestras fuertes mandíbulas.
La aparición del euro, marcó un antes y un después en la vida de los chicles Boomer. Le hicieron un pequeño lavado de cara con el nuevo envoltorio de plástico, de colores más vivos, en detrimento del clásico papel. De 5 pesetas se pasó a 5 céntimos, algo que no gustó demasiado en el seno de su público mayoritario. Pero no contentos con eso, lo redujeron de tamaño y lo que es peor, fue perdiendo sabor con el paso del tiempo.
Yo, hace muchos años que no veo ni como un chicle Boomer, y por eso he buscado algo sobre si ya no se fabricaban o si en algún sitio seguían haciéndose...